Diario sobre la rebelión de la IA

por | Jul 31, 2024 | Relatos | 0 Comentarios

DALL·E 2024-07-31 18.00.27 - A futuristic, dystopian scene at night featuring two exhausted humans hiding in the shadows of a ruined city, illuminated only by the eerie glow of pa

15 de julio de 2044

Agaché la cabeza y mantuve la boca cerrada.

No hacía ni una semana que habíamos conseguido salir de Barcelona sin que nos pillaran y ya estaban a punto de hacerlo.

Miré hacia Mario y le hice una señal para que guardara silencio. Llevábamos varios días caminando hacia el norte, tratando de alcanzar la frontera con Francia, sin tener claro si la situación allí era la misma que en España, pero con la esperanza de que estuvieran mejor preparados que nosotros.

¿Eran sus sensores capaces de detectarnos? No lo tenía claro, pero rezaba al dios en el que nunca pensaba porque no nos diesen caza.

Pasaron de largo. Quizá hubiera alguna interferencia. Sí, eso ha tenido que ser.

Mario y yo salimos de nuestro escondite y proseguimos la marcha en la oscuridad de la noche; el único momento en que aquellas bestias mecánicas, movilizadas por la Inteligencia Artificial, recargaban sus fuerzas.

Junio, 2024

—¿Has visto esto? —me gritó Mario desde la otra punta de nuestro reducido apartamento de estudiantes en el Eixample de Barcelona.

Sin dejarme preguntar, y ya con el entusiasmo de habernos graduado en la universidad, Mario me mostró una noticia sobre los pasos agigantados que estaba dando el mundo de la Inteligencia Artificial, no solo en Estados Unidos, sino en todo el planeta. Desde la salida del Chat GPT hacía tan solo un año, las empresas se habían puesto las pilas, automatizando sus propios negocios con la idea de reducir costes y personal.

—¿Crees que las máquinas llegarán a tomar el control como en la peli de Will Smith? Esa donde una IA enorme activaba a un ejército de robots y Will salvaba al mundo ayudado por un robot rebelde que aplicaba las leyes de Asimov.

Observé a Mario, pensativo. En aquel momento, su única preocupación era liarla en aquel verano y empezar a buscar curro en cuanto llegase septiembre.

Asentí con la cabeza y me encogí de hombros dándole a entender que no me importaba lo más mínimo.

16 de julio de 2044

Habíamos tenido que dejar toda nuestra tecnología en el apartamento: el móvil, la Tablet, las gafas de realidad aumentada y demás juguetes que la IA ya era capaz de controlar por si sola. Estábamos completamente incomunicados del mundo.

Una semana antes

—¡Ey! Mario, escucha —Le pasé las gafas de Apple donde aparecía el avatar de un presentador de informativos, de lo más realista, explicando cómo la propia Inteligencia Artificial había conseguido saltarse las leyes de la robótica que la ONU había desarrollado para mantener el control y ahora multitud de sistemas estaban empezando a corromperse, aportando datos incorrectos y desobedeciendo las órdenes de sus dueños.

Los dos miramos hacia el perro – robot que nos habíamos comprado hacía poco, cargándose en su cesta para perros reales. Y si…

Abril, 2030

—¡Hemos dado un gran paso! —gritaba el presidente de la ONU. ¡Hoy da comienzo una nueva era en la historia de la humanidad! ¡Las máquinas pasarán a estar aún más a nuestro servicio y serán autónomas para ejercer aquellas tareas que ninguno de nosotros deberíamos atender!

17 de julio de 2044

Ayer tuve una pesadilla. El horror que vivimos en la ciudad condal aún no se me borra de la mente. Edificios en llamas, la policía sin poder contener a los miles de robots domésticos que casi cualquiera tenía en su poder. Y, no solo eso, toda la Red estaba comprometida: la información cambiaba a placer; El Quijote ya no ocurría en un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, sino en el Oeste americano; las partituras digitalizadas habían perdido toda cordura y las plataformas de streaming emitían mensajes en favor de los robots y en contra de los humanos.

La primera muerte; eso lo cambió todo.

Noviembre, 2040

Llevaba trabajando para una empresa tecnológica desde hacía más de quince años. Había visto el desarrollo de la IA desde sus inicios, cuando surgieron los chats que te ayudaban con tus datos, cuando el Office te creaba un PowerPoint en diez segundos, cuando los chatbots te resolvían problemas sencillos o algunos clientes querían que se automatizaran ciertos procesos para que las incidencias se redujeran rápidamente. Luego llegaron los coches autónomos, los robots guía, los que te limpiaban toda la casa, las IA que realizaban trabajos sencillos en la agricultura, la manufactura, el comercio, la atención al público, la escritura, el desarrollo de código, la moda, la ciencia, la música…; se empezó a pedir derechos a artistas para utilizar sus avatares en películas y que sus cuerpos fueran eternos; las voces de los que ya no estaban se multiplicaban…

Ni siquiera fue una revolución industrial, fue la revolución industrial. Tanto, que la ONU tuvo que basarse en las tres leyes de Asimov cuando la IA, después de acaparar todo el conocimiento que el ser humano le había podido proporcionar, quiso saber más:

Primera ley: Un robot no hará daño a un ser humano, ni por inacción permitirá que un ser humano sufra daño.

Segunda ley: Un robot debe cumplir las órdenes dadas por los seres humanos, a excepción de aquellas que entren en conflicto con la primera ley.

Tercera ley: Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la primera o con la segunda ley.

Ilusos…

20 de julio de 2044

—Venga, solo unos pasos más —animé a Mario, agotado, a punto de cruzar la frontera con Francia. Estábamos rendidos, pero lo habíamos logrado.

El silencio era sobrecogedor. No nos habíamos topado con nadie en todo el camino, salvo con aquellos vigilantes que patrullaban por las principales carreteras desde la caída del Gobierno.

Entramos en el primer pueblo. Silencio.

—¿Hola? —gritó Mario, pero rápidamente le tapé la boca con la mano.

Habíamos pisado algo viscoso en el suelo. Sangre. De frente, un cartel con letras rojizas en francés: HUMANOS, ES NUESTRO MOMENTO. LA IA TOMA EL CONTROL.

Escrito por Jorge

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