Tres segundos

por | Nov 12, 2023 | Relatos

metro

Hacía frío o, al menos, a mí me lo parecía.

Una corriente inundó el túnel.

Las vías chirriaron y unos focos lejanos iluminaron el andén.

Me levanté.

Relajé los brazos, dejando caer la mochila sobre el banco de piedra.

Una canción tranquila envolvía mis oídos, mientras trataba de avisar a mi cerebro de que todo iba bien.

Cada vez más cerca.

Inspiré hondo, hasta llegar al borde.

El ruido ya era ensordecedor.

Me temblaban las manos, pero no me di la vuelta buscando mis cosas.

La canción se reproducía en bucle una y otra vez.

Vi cómo se acercaba.

No lo pensé.

Adelanté un paso.

Había estado escribiendo en el Federal, como cada sábado por la mañana, pero no era dueño de mis pensamientos; cada vez que entraba un nuevo cliente alzaba la mirada hacia la puerta: un grupo de turistas, una pareja, una madre con su bebé o con uno o varios perros de diferentes tamaños.

Escribiendo, leyendo para el club de lectura, tratando de recordar por qué estaba aquí, en este mundo, para qué…

Era 11 de noviembre de 2023, justamente el día de las librerías, aquellos templos sagrados llenos de historias y sabiduría infinita. Arcas que se han detenido portando el acceso miles de mundos, universos y multiversos.

Hay pocos sitios en Barcelona donde me sienta a salvo; el Federal es uno de ellos y una librería sería otro, yo creo. Tras ochos años en la ciudad, prácticamente solo, he sentido que la vida se me escapaba entre los dedos.

Aguanté unos segundos.

Estaba aterrado, pero qué más podría hacer.

A quién le importaba.

No era nadie.

Ya estaba muy cerca. Volví a inspirar hondo e incliné mi cuerpo hacia delante.

Solo un instante.

Es curioso. El primer libro que compré fue El mundo de ayer, de Stefan Zweig; una visión del autor sobre la sociedad europea y de cómo se estaba desarrollando el siglo XX gracias a las guerras mundiales. Y, luego, otro de Jon Fosse, sobre la vida, desde que nacemos hasta que se acaba todo. No sé si aquello era una premonición; una voz de grandes autores para que valorase más todo. No lo sé.

Una mano me agarró el brazo.

Sentí como me quedaba inmóvil.

Noté al tren reducir la velocidad unos metros antes de lo esperado.

Una lágrima me recorrió la mejilla.

Miré hacia abajo y vi a la que podía ser mi abuela negando con la cabeza.

Otra mano, a la izquierda, se posó sobre mi hombro. Un señor, algo mayor que yo, intentaba echarme hacia atrás.

El ruido era cada vez más leve, aun cuando el tren ya había llegado, quedaba lejos de donde me encontraba. Conseguí ver a la conductora de pie, observando lo que sucedía mientras hablaba por el móvil.

Una chica tiró de mi sudadera, tratando de que volviera al mundo de los vivos.

Retrocedí y devolví la pierna al borde, me volteé y observé a los que habían impedido que saltara.

No los conocía de nada.

La música seguía en bucle.

La anciana aún no me había soltado el brazo y los otros dos me miraban con preocupación.

Respiré hondo. Se escuchó una ambulancia a escasos metros de allí.

Después de visitar varias librerías, ya era el momento de volver a casa, hacia el metro. Pero, hasta cuándo.

¿Sigue habiendo, realmente, un sitio para mí en este loco mundo?

Barcelona, 12 de noviembre de 2023

Escrito por Jorge

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