80 segundos

por | Jul 21, 2021 | Relatos | 0 Comentarios

life

Ana abrió los ojos. El ambiente estaba algo húmedo y su dedo pulgar aún se mantenía en el interior de su diminuta boca. Intentó moverse hacia la derecha y hacia la izquierda repetidas veces, como si tratara de buscar una salida, puesto que el habitáculo donde se encontraba había empezado a agobiarla desde hacía pocos días. Levantó su brazo izquierdo, el que tenía libre, y lo empezó a mover en varias direcciones; sus dedos sentían algo gelatinoso discurriendo entre ellos y aquella extraña sensación la divirtió sobremanera, generando un movimiento de piernas al unísono. Se detuvo en seco. Un grito desde el exterior la inquietó durante unos pocos segundos. Una mujer gemía y pronunciaba vocablos desconocidos para Ana. La voz de otro ser, muy cerca de ella, parecía estar diciéndole algo para tranquilizarla y la respiración entrecortada se hizo latente antes de volver a la calma. 

El despertador sonó de pronto, provocando que esta se rompiese en mil pedazos, y Ana despertase, sobresaltada. El tiempo pasó deprisa desde aquel día, cuando aún se encontraba encerrada en aquel minúsculo lugar donde los problemas no existían y tan solo una paz mental y sobrecogedora la envolvía minuto tras minuto. Ahora, mientras todo cambiaba a su alrededor, los días y las noches transcurrían a pasos agigantados mientras su sólida formación la permitía sobrepasar al resto de alumnos y pasar de curso en curso, entre suspiro y suspiro del resto de la población mundial.

Ana respiró profundamente. El café se había quedado frío y de vez en cuando revisaba su reloj para confirmar que la hora era correcta. Su amiga Elena la había organizado una cita a ciegas con un chico y lo estaba esperando en un pequeño local del centro. Una rosa roja era su tarjeta de presentación y él debería llevar una blanca; así ambos se reconocerían. La gente discurría por la calle como si de un gran río se tratara y era complicado saber quién podría ser él. Elena no se lo había descrito para no romper la magia del momento y la imaginación de Ana solo provocaba que aquel chico fuese como siempre ella había soñado.

⎯ ¡Hola! ¿Eres Ana, verdad?- le preguntó un muchacho con una flor blanquecina colocada en el extremo derecho de su cazadora marrón.

La chica se levantó, medio sonrojada, dejó la rosa sobre la mesa y le dio un par de besos. Este duró lo que el sacerdote les permitió. Los exitosos años en la facultad de periodismo la convirtieron, en poco tiempo, en la redactora adjunta de un importante diario de Barcelona. El anuncio de su boda con Víctor corrió como la pólvora por las redes sociales y muchos curiosos, compañeros de vida y de trabajo, acudieron al evento del año para celebrar la esperada unión formal de la pareja desde que Elena los presentara casi sin avisar, aquel día. Las familias de ambos, más un sinfín de invitados, acudieron a la iglesia y, más tarde, al convite; las fotos salieron en las páginas de sociedad en una famosa revista del corazón. La luna de miel no fue, para menos, modesta; un coche los llevaría directos al aeropuerto para coger un avión rumbo a un destino desconocido.

El taxi aparcó justo en frente de la puerta del hospital. Laura, la hija de Ana, se bajó corriendo y fue hasta el mostrador más cercano, evitando chocar contra las camillas, sillas de ruedas y demás personal que se interponía entre ella y su destino.

⎯ Hola- dijo con voz nerviosa. — Estoy buscando a mi madre, Ana Hernández, la ingresaron hace una hora o así.

La recepcionista, una mujer corpulenta y con una gran bata blanca, revisó en su ordenador mientras comprobaba la identidad de Laura.

⎯ Sí, la han pasado a la quinta planta, habitación 514.

Ana aún estaba despierta cuando su hija entró en el lugar. La estaban administrando suero y el doctor, cruzándose con Laura en el pasillo, negó con la cabeza.

⎯ ¡Ah! Has venido- trató de pronunciar Ana casi sin fuerzas.

⎯ Claro mamá, ¿cómo no iba a estar aquí? Tu nieto te manda un beso muy fuerte- le dijo tratando de hacerla sonreír. 

Ana alargó la mano para sentir el tacto de su hija. Víctor se había ido hacía tan solo un par de años antes y la despedida de Elena, el pasado noviembre. 

Se acomodó en la cama y buscó la mirada de su hija.

⎯ ¿Cómo te encuentras?- la preguntó mientras acariciaba sus mejillas.

Las manos de Laura estaban frías pero el contraste era algo agradable. Ana sonrió son levedad y volvió a recolocarse mientras tocaba la vía que le habían puesto en la mano izquierda. 

La noche calló a las pocas horas y, mientras Laura dormitaba en un amplio sillón junto a su cama, Ana trataba de rememorar su primer recuerdo por última vez; alzó su dedo pulgar y se lo introdujo en la boca igual que antaño, en aquel reducido espacio, donde una luz cegadora la hizo salir tras escuchar un profundo grito de dolor.

Escrito por Jorge

Publicaciones Relacionadas

La discusión

La discusión

Aún recuerdo el portazo que dio cuando salió de casa; lo que ya no recuerdo es por qué discutimos. Habían pasado dos días y todavía no había contestado a ninguno de mis mensajes. Sé que estaba en casa de sus padres porque un amigo en común le traicionó y me lo contó...

leer más
No lo harás

No lo harás

No lo harás. No lo haré. Las ganas te invaden; buscas lo imposible; mueves cielo y tierra para alcanzarlo; lo ilegal; lo insalubre; la muerte. La dopamina invade tu mente; lo inunda todo. Aquellos recuerdos placenteros; esa sensación única que solo uno o dos gramos...

leer más
Diario sobre la rebelión de la IA

Diario sobre la rebelión de la IA

15 de julio de 2044 Agaché la cabeza y mantuve la boca cerrada. No hacía ni una semana que habíamos conseguido salir de Barcelona sin que nos pillaran y ya estaban a punto de hacerlo. Miré hacia Mario y le hice una señal para que guardara silencio. Llevábamos varios...

leer más

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *